Neptuno entra en Aries por primera vez en nuestras vidas. ¿Será la chispa adecuada para dar encarnación a los sueños? Y el eclipse parcial de sol en Aries, mi ascendente, en conjunción con mi Quirón natal, la herida incurable ¿Ustedes también tienen esta angustiosa sensación de destino ineludible?
“No mendiguéis lo más precioso que la vida puede ofreceros; arrebatádselo con el fuego sagrado o cubrir con la melancolía de un indefinible desdén la carencia de eso que hubiera sido tan caro a vuestra alma”
“Así, todas las fuerzas terrenales se aúnan en él: la dicha procreadora y embriagadora, el dolor más desgarrador, la muda noche. Con razón se considera demente este abismal mundo de Dioniso…”
Celebración de la carne, de Manuel Francisco Reina es el poema que abre su deslumbrante volumen Las Rosas de la Carne, libro que canta con regusto clásico y ademanes barrocos los laberintos del deseo y la fatalidad(de fatum, el destino)de los cuerpos.
“Todo el mundo tiene restos de sueños/y regiones de la vida devastadas./Todo el mundo buscó algo algún día/y no lo encontró/no lo encontró/no lo encontró…”
“En el s. VI a. C. los pintores de cerámica ática representan a los Silenos con piernas y pies humanos, su falo erecto, sus gordos traseros y sus barrigas.”
Dice Mefistófeles en el Fausto de Goethe: “El frenesí de este insensato le impulsa a lo lejos, y sólo a medias tiene conciencia de su locura. Pide al cielo sus más hermosas estrellas y a la tierra cada uno de sus goces más sublimes; y ninguna cosa, próxima ni lejana, satisface su corazón profundamente agitado…”
“Entre el mundo material y el mundo espiritual hay algo que hace las veces de intermediario: el mundo astral. Ése y no otro es el verdadero objeto de la Palingenesia”
“El macho cabrío es uno de los compañeros más fieles de Dioniso. Según las descripciones de Plutarco, en las fiestas dionisiacas de los viejos tiempos, se comenzaba por la jarra de vino, y se acompañaba de una vid, un macho cabrío, una cesta de higos y, por último, el falo.”
Tántalo, representación del siglo XVI. “El agua que se retira y los frutos que le huyen son el símbolo de una pérdida total del sentido de lo real, el símbolo de la imaginación impotente que se ha vuelto alucinadora. Pero Tántalo es también símbolo del deseo incesante, irreprimible, siempre insatisfecho. A medida que avanza hacia el objeto de su deseo, éste se le oculta y le huye, y la búsqueda ávida prosigue sin fin…” Diccionario de Símbolos de Chevalier
“¿Hay algo más loco que gustarse a sí mismo, admirarse a sí mismo? Y no obstante, ¿qué gentileza, qué gracia, qué dignidad tendría lo que hicieras si no estuvieras satisfecho de ti mismo? Erasmo de Róterdam. Elogio de la locura