

Me da vergüenza aceptarlo, pero de las pocas veces en que siento que esta masa que me contiene y transporta es realmente mía, es cuando duele. Cuando una migraña provoca que me quiera arrancar la cabeza, cuando el estómago está revuelto y quisiera poder remojarlo en un bote con agua, cuando las manos me tiemblan porque entienden el tamaño del futuro, cuando en el corazón tengo un rasguño que arde.