




No es demasiado arriesgado aventurar que la estética del cuerpo en el arte, denuncia el estado social de una época y anticipa el
advenir de nuevas resoluciones socio-políticas; los temores más
profundos, los deseos por explorar, los dogmas que dominan, las
nuevas teologías a erigir. Cuerpos reprimidos, encadenados, disciplinados, silenciados, ocultados, condenados; cuerpos abiertos, liberados, anarquistas, estridentes, descubiertos, absueltos. El límite
entre lo obsceno y lo sublime, lo procaz y lo soberbio, lo lascivo y
lo exquisito, lo pornográfico y lo erótico, lo impúdico y lo sensual,
es tan evanescente en el arte, que depende del encuentro narrativo
de los demonios y las divinidades que habitan las experiencias del
artista y el espectador, en su testimoniar el cuerpo.